Memorias de Vientiane (por Konstantin Baravanof)

La primera impresión cuando uno pone los pies en Vientiane después de cruzar la frontera, es que todavía no has dejado Tailandia; las mismas casas, las mismas calles, quizás algo más simples y modestas eso sí. Sin embargo poco a poco comienza a acrecentarse la idea de que algo no va bien, algo que rompe la tónica de los últimos días.

Con la luz del día encuentro la primera pista a pié de calle. Mi voz interior surge sin interrupciones en el vacío que transitan entre, el rugido de uno o dos coches y alguna moto, y las larga pausas que le preceden; se podría jugar medio tiempo de un partido de fútbol mientras tanto, y ¡estamos en la capital!.

Aquí la vida fluye lentamente, a la vieja usanza. Sanuk, Sabai y Sanduak parecen haber alcanzado a el climax aquí. Sigo sin creerme que estoy en la capital.

Al moverse por la ciudad las diferencias se acentúan. Muy interesantes son las banderas rojas con la hoz y el martillo en las instituciones públicas. Aquí y allá, encuentro signos de la vieja maquinaria soviética ,de la que fui destetado hace ya mucho tiempo atrás.

En el centro encuentro uno de los lugares más famosos de Vientiane – Patuxai –monumento dedicado a las víctimas de la guerra. De lejos parece bastante original, como un arco de triunfo europeo, pero cuando me acerco puedo distinguir estructuras complejas e intrincadas al puro estilo hindú y lejos de la simpleza del budismo. He oído y leído en alguna parte que a muchos locales no les gusta el monumento. Entiendo que les pasa algo parecido a lo que ocurrió en París, cuando un ingeniero francés llamado Eiffel presentó su creación - la Torre Eiffel- Supongo que a muchos conciudadanos les hubiera gustado partirle la cara, sin admitir nada brillante en la construcción . Pero ahora, nada más decir “París” la Torre Eiffel viene a la mente. Entonces... Por cierto , el monumento de Patuxai fue construido con el dinero que el gobierno francés había asignado para la construcción de ¡un aeropuerto!.

Si nos movemos hacia el suroeste por la avenida Lan XanGo, se alcanza la orilla del Mekong, donde se erige el monumento al último rey de Laos, Chao Anovungu. La escultura se ve un tanto caricaturesca, o puede ser que el rey fuera tal cual. Su cuerpo en forma cuadrada indica un carácter luchador e intransigente (puede que cruel) , mientras apunta con su brazo a algún lugar al otro lado del Mekong ,en la costa de Tailandia, al puro estilo de las miles de estatuas de Lenin señalando el camino hacia un futuro más brillante. La paradoja de esta afirmación es que la mano del rey apunta hacia Tailandia, como visión premonitoria de los miles de Laosianos que se han refugiado en ese país buscando una vida mejor.

Detrás de la estatua comienza un pequeño distrito poblado de hoteles y cafés con horario de tarde-noche. Los precios, por extraño que parezca, son equiparables a los que encuentras en Tailandia, solo que en un entorno más pobre.

En Vientiane, por supuesto, hay templos antiguos y una arquitectura original, que es única en semejanzas conceptuales y matices de forma con los templos que encuentras en Tailandia, Myanmar o Camboya. El templo más famoso en Vientiane es el Luang Ha Wat, construido en el siglo tercero y posteriormente reconstruido tras haber sido saqueado por los franceses .

Dedico especial mención a las antiguas mansiones francesas en la periferia, algunas de las cuales han sido abandonadas , pero que aún conservan parte del encanto y la elegancia de los barrios acomodados durante el periodo colonial .

En marcado contraste con Tailandia, encuentro literalmente en cada esquina puestos vendiendo pan (baguettes), otro de los inconfundibles legados de su pasado colonial, solo que enriquecido a la manera local con un jugoso relleno de carne, verduras y tomate.

La capital se puede recorrer a pié completamente, lo cual hice; y tras lo cual, junto con el cansancio aparejado, mis memorias de Vientiane quedaron para siempre impresas como la capital más tranquila, sosegada y amistosa del mundo. Tal vez sólo añadir que, aunque yo no lo noté, desaconsejaría traer a niños occidentales aquí, ya que, la escases de centros comerciales, parques infantiles y tiendas supondría un aburrimiento para ellos y una demanda de atención y tiempo extra para sus padres.

 

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